Escrito por Glenn Meldrum
Traducido por Alfonso Ramírez de El Salvador
Una de las grandes verdades del Evangelio es que Jesús compró la humanidad con Su propia sangre para que pudiéramos caminar triunfantes sobre el poder del pecado. Trágicamente, hay muchos que nunca superan el hábito del pecado porque se atascaron en una ruta de apatía y desesperanza. La verdad es que no van a poder apartarse de su pecado hasta que no tomen en serio su relación con Jesús, de manera que hicieran cualquier cosa para caminar en santidad. La gente debe llegar al punto de desesperación antes de estar dispuestos a abandonarse a Dios sin reservas.
Siendo pastor en Detroit ministraba alcohólicos, prostitutas, drogadictos y distribuidores de drogas. Estas personas habían sido devastadas por el pecado; habían perdido todo en la vida. Uno esperaría ver una gran determinación mental para romper con las estranguladoras garras del pecado, pero increíblemente, la mayoría de ellos no parecía tener la voluntad para cambiar. Carecían de la desesperación que está siempre presente en la vida de una persona que encuentra la verdadera victoria sobre el poder del pecado.
LA LEY
Un creyente que lucha está en mucho mejor posición que alguien no salvo en las calles con una adicción a las drogas. El pecado podrá estar controlando su vida, pero al menos tiene el conocimiento de la ley de Dios que esta constantemente recordándole lo erróneo de sus trasgresiones. Sin embargo, la ley no puede nunca traer libertad al pecador.
Imagine que una persona escribe la lista completa de lo que se debe y lo que no se debe hacer (leyes morales) de la ley en las paredes de su casa. Esta lista no lo haría más santo, solo más culpable. Estas leyes le señalarían acusadoramente porque cada ser humano rompe esas leyes de manera constante. La ley solo mata y condena a la gente porque revela que son transgresores de la ley.
Aun cuando las ley moral manifiesta la culpa de una persona ante Dios como un trasgresor, esta carece del poder para hacerlo cambiar o para poner en él, el deseo de cambiar. Las leyes claman: “alto a la lujuria!, Alto a la fornicación! Alto al Adulterio!, Alto a la homosexualidad! Alto al pecado!” Aun así el deseo y poder para romper las cadenas del pecado no está ahí. Debe haber algo más, un amor mayor que el amor de la persona por el pecado y por si misma.
La ley no fue creada para traer libertad; fue creada para mostrar a la gente su gran necesidad por Alguien que pudiera salvarlos del poder del pecado. La ley no puede hacer que una persona quiera cambiar, porque el conocimiento del pecado no es suficiente. Aún cuando una persona sabe que debe dejar su conducta pecaminosa, está atrapado en una terrible tendencia de esclavitud espiritual y desesperación. Debe haber algo más grande que su pecado y si él no se toma fuertemente del Mas Grande, nunca tendrá la desesperación por cambiar que se necesita.
Cuando en un hombre crece la desesperación por Dios, tendrá la voluntad para hacer lo que sea necesario para vencer el pecado. Su corazón comienza a cambiar y un clamor emana desde adentro, “Señor, yo no puedo romper estas cadenas. Son muy fuertes para mi. Por favor ayúdame!” Este es el punto de desesperación en que Dios visita a Su gente y los libera. Solo un hambre por Dios que toma control del alma producirá la pasión que conduce a la santidad necesaria.
EL PODER DE RENDIRSE
Uno de los más grandes obstáculos que las personas enfrentan en busca de la victoria es el asunto del control. La mayoría de las personas quieren ser libres de las cadenas del pecado, pero quieren hacerlo mientras mantienen el control sobre su vida. “Si tan solo puedo hacer esto en particular, encontraré la libertad,” se dicen a si mismos. Sin embargo, mientras crean que hay una solución fuera del abandono a Cristo, se mantendrán cautivos del pecado. Sus esfuerzos de ganar la batalla por sus propios métodos y fuerza están condenados al fracaso mientras ellos mantengan el control.
El poder de vencer el pecado nunca se va a encontrar en la determinación o sabiduría de una persona. La libertad de la esclavitud del pecado solo viene a través de la rendición a Dios. El hombre debe llagar al punto en que cae sin reserva a los pies de Jesús y clama, “Oh Dios, estoy cansado de mi pecado! No puedo vencerlo sin Ti. Tue res mi única esperanza!” Es en este punto de impotencia que el hombre está más cerca de la victoria.
El General William Booth, fundador del Ejército de Salvación dijo, “La grandeza del poder de un hombre se mide por su rendición” Gente que ha hecho tremendas hazañas para Dios, no poseen grandes habilidades en si mismos pero son personas que se abandonaron completamente al Señor de los milagros.
De igual manera es la batalla con el pecado. La victoria no se encuentra en el esfuerzo propio sino en el abandono propio. Oswald Chambers lo dijo de esta forma: “Lo que se necesita en el tema espiritual es un abandono temerario al Señor Jesucristo, abandono temerario y sin especulaciones, sin ninguna clase de reservas”
EL ENFOQUE EN EL AFECTO
Adquirir una determinación implacable de vivir en victoria no va a suceder a través de la fuerza de voluntad de alguien sino por medio del afecto. Para ponerlo sencillo, es una cuestión de amor. La gente se vuelve adicta a algún tipo particular de pecado obsesivo porque esto es lo que la carne ama. Y aún más, la carne siempre lo amará y no hay ninguna cantidad de esfuerzo de parte de una persona que pueda terminar con su amor por el pecado y por si mismo.
Su única esperanza para vencer el hábito de pecado es reemplazar su amor por el pecado por un amor que le consume por Dios. Hasta que este amor toma control del alma, la persona nunca experimentará una pasión que lo guíe a la santidad. Solo cuando la persona vea al amoroso rostro de Cristo, encontrará un amor que va a eclipsar su amor por el pecado y por si mismo.
De manera que aquí reside la respuesta. Es ver a Jesús, enamorarse del “Amante de mi Alma.” “Mis ojos están puestos en Ti, oh, Soberano Señor.” (Salmo 141:8) Cada vez que un hombre cae en pecado es porque quitó sus ojos del amoroso rostro de Jesús. En otras palabras, abandona su primer amor. Por esa razón el Diablo y el mundo están sin cesar tratando que más creyentes quiten sus ojos de Jesús. Pero los hombres y mujeres de Dios han aprendido el secreto de hacer de Jesús el enfoque de su pasión.
El poder de la santidad viene por medio de la intimidad. Vea a Jesús, y Su amor arderá en su corazón. Cuando El dice, “Cambia,” tu dirás, “Si Señor.” Smith Wigglesworth dijo una vez, “Ningún hombre puede ver a Dios y vivir. Eso es de la Escritura. Por eso es que todos necesitamos ver a Jesús, para que podamos dejar de vivir y El viva en nosotros.” La mayor victoria y gozo que conocerás será tuya en la medida que sin reservas te abandones a Cristo.
Voy a compartir una cita final para cerrar. Robert Murray McCheyne dijo, “Deja al Espíritu Santo llenar cada espacio de tu corazón de manera que no quede ningún espacio para disparates, para el mundo, para Satanás o para la carne.” Si usted carece de este tipo de llenura del Espíritu Santo, pon tu rostro delante de Dios y clama por ello. Pídele al Señor que cree una desesperación por El dentro de ti. Pídele que te lleve a un lugar de absoluta rendición. Es allí – en completa desesperación por no ser capaz de encontrar las respuestas en tus propias habilidades y fuerzas – que vas a encontrar al Único que puede liberarte del poder del pecado.
Glenn Meldrum es un evangelista ordenado (Asambleas de Dios) y tiene un M.A. en teología e historia de la iglesia del Seminario de Teología Ashland. Si algún pastor tiene interés en tenerlo como conferencista puede recibir una cinta gratis de su predicación, para esto deje su nombre y dirección en el buzón de voz de Glenn (651) 247-3979.